Señales de identidad Franciscana.

El saludo franciscano de la Paz: Francisco decía a sus compañeros. "Que la paz que anunciáis de palabra, la tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones Que ninguno se vea provocado por vosotros a ira o escándalo, sino que por vuestra mansedumbre todos sean inducidos a la paz, a la benignidad y a la concordia. Pues para esto hemos sido llamados: para curar a los heridos, para vendar a los fracturados y para corregir a los equivocados." (3Comp 58). La paz que los franciscanos tienen que tener en su boca es la de su corazón. Es la paz interior, la que ellos han conquistado. Escándalo e ira son la realidad de los que no saben conservar la paz... Esta paz que los franciscanos llevan en su corazón es la del comentario de la Admonición 15 a la bienaventuranza de los pacíficos.

Más sobre el saludo de "Paz y Bien": Hay un saludo franciscano que todos conocemos y es: ¡paz y bien! Un saludo que aún no encontramos en los escritos de Francisco, sino sólo en la Leyenda de los tres compañeros, que es una reinterpretación de su experiencia humana y espiritual que se acerca al hombre Francisco sobre todo mediante su sensibilidad, sus emociones y sus deseos. El episodio se ubica en el inicio de la conversión del Santo, al abandonar el hábito eremítico, el bastón y el calzado, Francisco “inspirado por Dios empezó a anunciar la perfección del Evangelio, predicando a todos la penitencia, con sencillez”.

El hábito franciscano: Las dos Reglas de San Francisco y los biógrafos del Santo hablan de la humildad y vileza del hábito de los Hermanos Menores, lo más importante para Francisco y a sus compañeros era la modestia y la pobreza. La segunda Regla impone a los frailes no juzgar ni despreciar "a los que visten ropas suaves y de colores", por lo que deducimos que el color debía de ser natural. Gracias a los biógrafos y a las túnicas que se conservan de San Francisco sabemos que éstas tenían forma de cruz o de tau, como expresión de que el Hermano Menor debe crucificar en sí mismo las pasiones de este mundo.

La Tau franciscana: La devoción de Francisco por la tau no era ninguna originalidad. Parece ser que la cruz de los romanos tenía esa forma y así la representaron, a veces, los primeros cristianos en las catacumbas. En tiempos del santo, al menos desde 1191, la usaban profusamente, como signo de pertenencia a la orden y de su vocación caritativa, los Crucíferos o antonianos de San Antonio Abad, que en Asís regentaban el hospital de San Salvador de las Paredes. Los valdenses, fundados por Pedro de Valdo, contemporáneo de San Francisco, llegaron a declarar como dogma de fe que la cruz de Cristo tenía forma de T.

El crucifijo de San Damián: Todos los biógrafos coinciden en calificar de éxtasis o visión la experiencia de San Damián. Santa Clara escribe que fue una "visita del Señor", que lo llenó de consuelo y le dio el impulso decisivo para abandonar el mundo. A esta visión parece referirse San Buenaventura, cuando refiere que el santo, tras el encuentro con el leproso, estando en oración en un lugar solitario, mereció ser escuchado y se le manifestó el Señor en la cruz. Y se conmovió tanto al verlo que le quedó grabada en el corazón la pasión de Cristo, desde entonces, a duras penas podía contener las lágrimas y los gemidos al recordarla. Y entendió que eran para él aquellas palabras del Evangelio: "Si quieres venir en pos de mí, niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mt 16, 24).

La oración Instrumento de tu paz: En la búsqueda de los orígenes de esta hermosa oración no se podido ir más allá del mes de diciembre de 1912, cuando fue publicada en "La Clochette", una "petite revue catholique pieuse" fundada por el sacerdote y periodista normando abbé Esiher Suquerel. Entre las hipótesis que se barajan hay quien supone que fuese él mismo el autor. En 1913 la descubre el canónigo Louis Boissey, apasionado por el problema de la paz, y en enero aparece publicada en los "Annales de Notre Dame de Paix" (Tinchebray, Francia), citando como origen La Clochette.

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